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EXTENSIÓN

Dir. de Comunicación Institucional | 23-11-2021 13:20

Material de archivo
 

Comenzó en 2020 con la llegada de la pandemia, como forma de colaborar con sectores de la sociedad cuya situación se volvió crítica. Los balances resaltan el aporte a cientos de familias, pero también la experiencia que generan estas iniciativas de extensión universitaria en los y las estudiantes.

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La última entrega de combos en uno de los comedores locales

La pandemia de COVID-19 agudizó las necesidades de amplios sectores de la población, ya que las limitaciones de movilidad y trabajo significaron que trabajadores y trabajadoras informales de los sectores más desfavorecidos perdieran o vieran limitado su sustento. Para dar una respuesta, la Universidad Nacional del Sur y la Cooperativa Obrera Limitada instrumentaron la campaña “Chango Solidario”. Su objetivo fue recolectar alimentos no perecederos y artículos de higiene personal y de limpieza y colaborar con comedores, merenderos y organizaciones sociales para mitigar los efectos de la crisis alimentaria y sanitaria. Estuvo coordinada por la Subsecretaría de Extensión y luego se sumaron las sucursales locales de la cadena VEA y puestos del Mercado Frutihortícola Aguado, donde los participantes armaron bolsones de verduras y hortalizas. 

Ahora la campaña llegó a su fin y es tiempo de hacer balances. Los números indican que tomaron parte 35 voluntarios y voluntarias, y que se recolectaron más de 50 toneladas de donaciones en más de 20 comercios que clientes dejaban en changos identificados para ese fin. Gracias al trabajo de todos ellos, llegaron regularmente durante más de 18 meses donaciones semanales a ocho merenderos y comedores: Patoruzú, de Los Patricios; La Olla Popular, de Villa Harding Green; Manos Unidas, de Villa Moresino; Restaurando el Sueño de Crecer, de Villa Miramar; Abuela Elena en Villa Duprat; el Centro San Ignacio de Loyola, en Spurr y un comedor de Loma Paraguaya. Además esporádicamente se enviaron alimentos y productos de higiene a 15 organizaciones, incluso armando combos especiales para familias con celíacos.

La recorrida por los distintos lugares muestra que aún en una misma ciudad, cada barrio es un mundo. Algunos tienen incipiente asfalto, otros tienen calles de tierra. En otros apenas hay una huella, intransitable si llueve. A veces pocas cuadras separan un comedor de otro. Es que si bien la necesidad es mucha, las ganas de ayudar también lo son.

Hay comedores con paredes de ladrillo y buena infraestructura, porque funcionan en centros comunitarios como Spurr, alguna ONG más antigua, o en el garage de alguna casa, como Manos Unidas, donde Daniela y su familia -como muchos otros- destinaron un espacio de su hogar para ayudar a los demás. Otros son apenas un tablón, una garrafa y un mechero en el patio. Con suerte, hay algunas chapas para hacer reparo. Lo que no falta en ninguno son el trabajo y la solidaridad. 

La Olla Popular, de Harding Green, fue uno de los comedores que recibió colaboración de manera regular

 

Más allá de los “números fríos” de las donaciones -que paradójicamente muchas veces se convertían en la única comida caliente para muchas familias bahienses-, también quedan los balances institucionales y personales.

“La tarea que llevaron adelante los voluntarios y voluntarias fue de una importancia enorme porque significó para muchas familias la diferencia entre tener o no un plato de comida caliente. Fue una tarea muy sensible, porque se enfocó en un derecho esencial como la alimentación, y se dirigió a los sectores más vulnerables de nuestra ciudad, que en muchos casos fueron los más golpeados por la crisis”, resaltó el rector, doctor Daniel Vega.

Sol Escudero, estudiante de Abogacía, participó todo el año armando combos. “Armábamos dos tipos de bultos: de merienda y de alimentos. Fue una experiencia hermosa, por el grupo y por el granito de arena que pude aportar como estudiante de la universidad, porque conocí otra gente y otras realidades, y eso fue muy enriquecedor”, valoró.

Sol Escudero y otros voluntarios armando combos en el rectorado

 

“Siempre traté de colaborar en algo, y me encantó el proyecto. Trabajamos con mucha mercadería y con mucha alegría. Fue muy positivo porque llegamos a muchos lugares que realmente lo estaban necesitando”, agregó Luciano Vidili, psicólogo social y también integrante del proyecto. Mauro Lobato fue otro de los estudiantes que se sumaron a colaborar. “Empecé por amigos que habían participado, pudimos ver de primera mano a lo que se enfrenta la gente en los comedores. Yo repartía los combos, y tuvimos contacto con mucha gente, fue una experiencia que me sumó muchísimo, porque tomé contacto con una realidad diferente y porque también pude ver que en Bahía hay muchísima gente que ayuda y colabora”, destacó sobre su participación.

"Me sumé a comienzos de 2020, estuve en el grupo que repartía alimentos desde la UNS hasta los distintos lugares", explicó Natalia Steffanazi, docente del Departamento de Biología, Bioquímica y Farmacia. "Fue muy grato poder ayudar, con un poquito se puede hacer mucho, pero también tenemos que reflexionar sobre la existencia y multiplicación de estos comedores, donde cada vez más gente necesita ayuda con algo tan básico como el alimento de cada día", agregó. 

“Durante el año pasado, las donaciones de las vecinas y vecinos de nuestra ciudad fueron imprescindibles para muchos comedores y merenderos que cocinaban viandas o preparaban bolsas de alimentos para entregar en los barrios, ya que la situación de muchas familias se volvió crítica” expresó el subsecretario de Extensión, abogado Martín Jasson.

Es un orgullo observar el compromiso tanto de estudiantes, docentes y no docentes de la institución para combatir los efectos adversos de la pandemia. Gracias a iniciativas como esta, y también a otras como el programa de acompañamiento a personas mayores, los voluntarios y voluntarias que participan en los centros de telemedicina y otras, la extensión universitaria y el rol de la universidad pública fue muy reconocido por la comunidad”, concluyó.